“¿Cómo se supone que un Dios que sería esencialmente inmutable e inmóvil por su naturaleza podría sin embargo mover algún cuerpo? ¿Cómo se supone que un ser que no tendría ninguna extensión ni ninguna parte sería sin embargo inmenso, y por decirlo de algún modo, infinitamente extendido por doquier? ¿Cómo se supone que un ser que no poseería ni cabeza ni cerebro, sería sin embargo infinitamente sabio y esclarecido? ¿Cómo suponer que un ser que no tendría ninguna cualidad ni ninguna perfección sensible, sería sin embargo infinitamente bueno, infinitamente amable e infinitamente perfecto? ¿Cómo se supone, en fin, que un ser que no tendría ni brazos ni piernas, y que no podría moverse a sí mismo, sería sin embargo todopoderoso y haría verdaderamente todas las cosas? ¿Quién es el que ha tenido la experiencia? Osaremos, como dice el autor, llamar filosofía (o religión) a esta ficción engañosa que supone eso que no puede verificarse jamás… etc.”

Jean Meslier nació en Mazerny, una pequeña aldea de las Ardenas, el 15 de junio de 1664. Su familia parece haber sido poco acaudalada; su padre fue quien habría conducido a su único hijo varón a seguir los pasos de la carrera eclesiástica.

Indignado ante las condiciones sociales y humanas que veía sufrir a sus feligreses, Jean Meslier no sólo criticará con dureza las inequidades e injusticias de su sociedad, sino que abjurará abiertamente de todas las enseñanzas que había brindado a los parroquianos de Étrépigny durante toda su vida. Conducirá sus reflexiones hasta el más abierto ateísmo materialista, denunciando no sólo la impostura de la religión, sino también los perversos vínculos forjados entre el poder eclesiástico y el poder político.

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“¿Cómo se supone que un Dios que sería esencialmente inmutable e inmóvil por su naturaleza podría sin embargo mover algún cuerpo? ¿Cómo se supone que un ser que no tendría ninguna extensión ni ninguna parte sería sin embargo inmenso, y por decirlo de algún modo, infinitamente extendido por doquier? ¿Cómo se supone que un ser que no poseería ni cabeza ni cerebro, sería sin embargo infinitamente sabio y esclarecido? ¿Cómo suponer que un ser que no tendría ninguna cualidad ni ninguna perfección sensible, sería sin embargo infinitamente bueno, infinitamente amable e infinitamente perfecto? ¿Cómo se supone, en fin, que un ser que no tendría ni brazos ni piernas, y que no podría moverse a sí mismo, sería sin embargo todopoderoso y haría verdaderamente todas las cosas? ¿Quién es el que ha tenido la experiencia? Osaremos, como dice el autor, llamar filosofía (o religión) a esta ficción engañosa que supone eso que no puede verificarse jamás… etc.”

Jean Meslier nació en Mazerny, una pequeña aldea de las Ardenas, el 15 de junio de 1664. Su familia parece haber sido poco acaudalada; su padre fue quien habría conducido a su único hijo varón a seguir los pasos de la carrera eclesiástica.

Indignado ante las condiciones sociales y humanas que veía sufrir a sus feligreses, Jean Meslier no sólo criticará con dureza las inequidades e injusticias de su sociedad, sino que abjurará abiertamente de todas las enseñanzas que había brindado a los parroquianos de Étrépigny durante toda su vida. Conducirá sus reflexiones hasta el más abierto ateísmo materialista, denunciando no sólo la impostura de la religión, sino también los perversos vínculos forjados entre el poder eclesiástico y el poder político.