Un guerrero en una encrucijada en la infinidad de caminos que conducen a Roma. Un hombre que no puede evitar desafiar al emperador, un militar que sabe que la espada está desprovista de intención, que el corazón de la espada es, en definitiva, el del que la maneja, quien resuelve, quien enfrenta su destino.

En el siglo I d.C., durante el reinado de Domiciano, el imperio romano parece haber alcanzado dimensiones inconmensurables. Desde Asia Menor hasta Britania. En ese último confín, los romanos combaten a los bárbaros. En una de esas incursiones, comienza la encrucijada de Publio Valerio Aquilio, llamado Germanicus, un nombre que rechaza porque le parece una meta inalcanzable. A la sombra de un padre famoso, con responsabilidades que lo esperan en Roma, con una ambiciosa prometida que quiere hacer de él un césar, Publio encuentra el sosiego en el honor de la batalla, en la muerte honorable del enemigo. También en una aguerrida celta, esclavizada, que va a ser una gladiadora famosa, una mujer que va a tener a toda Roma a sus pies.

En medio de una civilización refinada y cruel al mismo tiempo, capaz de las obras de arte e ingeniería más elevadas, pero también de hacer luchar a muerte a gladiadores, de arrojar a los incipientes cristianos a las fieras, Kendrya, la celta, y Publio se descubren en una encrucijada entre lo público y lo privado, lejos de las intrigas políticas y los deberes, un espacio oculto que los aleja de aquello que los oprime.

Germanicus. El corazón de la espada

$15.000
Germanicus. El corazón de la espada $15.000
Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

Un guerrero en una encrucijada en la infinidad de caminos que conducen a Roma. Un hombre que no puede evitar desafiar al emperador, un militar que sabe que la espada está desprovista de intención, que el corazón de la espada es, en definitiva, el del que la maneja, quien resuelve, quien enfrenta su destino.

En el siglo I d.C., durante el reinado de Domiciano, el imperio romano parece haber alcanzado dimensiones inconmensurables. Desde Asia Menor hasta Britania. En ese último confín, los romanos combaten a los bárbaros. En una de esas incursiones, comienza la encrucijada de Publio Valerio Aquilio, llamado Germanicus, un nombre que rechaza porque le parece una meta inalcanzable. A la sombra de un padre famoso, con responsabilidades que lo esperan en Roma, con una ambiciosa prometida que quiere hacer de él un césar, Publio encuentra el sosiego en el honor de la batalla, en la muerte honorable del enemigo. También en una aguerrida celta, esclavizada, que va a ser una gladiadora famosa, una mujer que va a tener a toda Roma a sus pies.

En medio de una civilización refinada y cruel al mismo tiempo, capaz de las obras de arte e ingeniería más elevadas, pero también de hacer luchar a muerte a gladiadores, de arrojar a los incipientes cristianos a las fieras, Kendrya, la celta, y Publio se descubren en una encrucijada entre lo público y lo privado, lejos de las intrigas políticas y los deberes, un espacio oculto que los aleja de aquello que los oprime.