En un país en el que no existía la palabra hablada, la gente aprendió a decirlo todo ¡pintando! Usaban el amarillo para decir “¡qué lindo día!”, el azul para imitar a los pájaros, el blanco para expresar “venimos en son de paz”. Todo iba de maravillas, hasta que un día ocurrió lo inimaginable: ¡se acabó la tinta! Y ahora, ¿cómo iban a comunicarse? Ante ese gran dilema, ¿acaso la solución estaba en una carcajada?

 

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En un país en el que no existía la palabra hablada, la gente aprendió a decirlo todo ¡pintando! Usaban el amarillo para decir “¡qué lindo día!”, el azul para imitar a los pájaros, el blanco para expresar “venimos en son de paz”. Todo iba de maravillas, hasta que un día ocurrió lo inimaginable: ¡se acabó la tinta! Y ahora, ¿cómo iban a comunicarse? Ante ese gran dilema, ¿acaso la solución estaba en una carcajada?